En las democracias como en la que vivimos el Poder Político se sostiene en el poder de aglutinar o reunir el mayor número de personas detrás de una idea o candidato. Dentro del universo de personas que componen ese poder político estamos los cristianos que representamos un número significativo, por no decir mayoritario, como electores que habrán de elegir uno u otro candidato. Pero para que el número que constituimos sea significativo debemos obrar en unidad. Esto es, como un ente en apoyo a candidatos que representen las ideas y principios esbozados en las Escrituras. Pero lamentablemente muchos de nosotros somos renuentes a solicitar a otros a unirse en apoyo o unirnos nosotros en apoyo de proyectos de otros.
Esto es producto en parte de la manera en que vivimos hoy día donde las personas en general somos renuentes a buscar la ayuda de otros, ya sea por orgullo, inseguridad, miedo, etc. Con tal actitud no nos percatamos que perdemos la oportunidad de crecer tanto espiritual como emocionalmente. También perdemos la oportunidad de conocer y traer a los caminos del Señor a distintos tipos de personas, tanto a aquellos con distintas necesidades como a personas capaces y emprendedoras que nos ayuden a llevar el mensaje de Salvación del Señor. Después de todo, la Palabra nos llama a todos los hermanos a que, “. . . por el Nombre del Señor nuestro, Jesús, el Cristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, antes seáis perfectos, unidos en un mismo entendimiento y en un mismo parecer.” 1 Corintios 1:10. Para alcanzar tal objetivo debemos combatir el individualismo y aprender a trabajar en equipo. Una vez superemos tal obstáculo veremos cómo nuestros ideales adquieren presencia en nuestra sociedad.
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