Como miembros de la Iglesia tenemos la responsabilidad de educarnos en la Palabra y estar al día en la discusión de los asuntos que se discuten a diario en nuestros países de forma que podamos participar de forma activa, pero con conocimiento. Para ello debemos conocer lo que la Palabra dicta sobre cada asunto en particular y las posiciones u opiniones particulares sobre cada tema de las personas que aspiran a contar con nuestro apoyo y voto. De esta forma sabremos si las posturas de dichos aspirantes son cónsonas con los principios bíblicos, morales y de sana convivencia que profesamos como cristianos.
Para ello es preciso tener presente que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” 2 Timoteo 3:16-17. Después de todo, “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.” Salmos 109; 105. Es decir, la Iglesia debe estar preparada y conocer las Sagradas Escrituras para enseñarla, defender sus posturas, corregir a los que las utilizan en desconocimiento o mal intencionado y procurar que prevalezca la justicia.
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